Local Church Budget
June 18, 2016
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Video Presenter: Richie Silie
PRESENTER: Richie Silie
La riqueza es un regalo de Dios. Muchos hombres y mujeres de Dios eran ricos: Abraham, David y Salomón por mencionar algunos. Algunas mujeres ricas siguieron a Jesús, y muchos otros se convirtieron a través del ministerio de los discípulos en la iglesia primitiva (Luc. 8:1-3; Hech. 16:14; 17:4).
“El deseo de acumular riquezas es una propensión original de nuestra naturaleza que fue implantada allí por nuestro Padre celestial para que sirviera a fines nobles” (Consejos Sobre Mayordomía, 154). De hecho, La señora White anima a realizar trabajo misionero con las personas pudientes, los talentosos y los de influencia. Ellos tienen un lugar especial en la viña del Señor (Ibid, 146).
Muchos rechazan la riqueza basados en la historia del joven rico. Jesús le dijo: “Anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres”. (Mat. 19:21). Sin embargo, el problema del joven rico no era el dinero, sino el amor al dinero. “Los cristianos están seguros tan solo al adquirir dinero en la forma en que Dios lo indica, y al usarlo en la maneras en que Él los puede bendecir” (Ibid, 147).
Seamos ricos o pobres, la prosperidad espiritual es el resultado de la dependencia en Dios. Riquezas o la falta de ellas no debería ser un estorbo entre Dios y el creyente.
Qué privilegio tenemos al poder dar de lo que el Señor nos ha dado durante esta semana. Dios demanda fidelidad, siendo esta la razón por la que dice: “Dame, hijo mío, tu corazón…” (Prov. 23:26).
“El deseo de acumular riquezas es una propensión original de nuestra naturaleza que fue implantada allí por nuestro Padre celestial para que sirviera a fines nobles” (Consejos Sobre Mayordomía, 154). De hecho, La señora White anima a realizar trabajo misionero con las personas pudientes, los talentosos y los de influencia. Ellos tienen un lugar especial en la viña del Señor (Ibid, 146).
Muchos rechazan la riqueza basados en la historia del joven rico. Jesús le dijo: “Anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres”. (Mat. 19:21). Sin embargo, el problema del joven rico no era el dinero, sino el amor al dinero. “Los cristianos están seguros tan solo al adquirir dinero en la forma en que Dios lo indica, y al usarlo en la maneras en que Él los puede bendecir” (Ibid, 147).
Seamos ricos o pobres, la prosperidad espiritual es el resultado de la dependencia en Dios. Riquezas o la falta de ellas no debería ser un estorbo entre Dios y el creyente.
Qué privilegio tenemos al poder dar de lo que el Señor nos ha dado durante esta semana. Dios demanda fidelidad, siendo esta la razón por la que dice: “Dame, hijo mío, tu corazón…” (Prov. 23:26).
Video Presenter: Richie Silie
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La riqueza es un regalo de Dios. Muchos hombres y mujeres de Dios eran ricos: Abraham, David y Salomón por mencionar algunos. Algunas mujeres ricas siguieron a Jesús, y muchos otros se convirtieron a través del ministerio de los discípulos en la iglesia primitiva (Luc. 8:1-3; Hech. 16:14; 17:4).
“El deseo de acumular riquezas es una propensión original de nuestra naturaleza que fue implantada allí por nuestro Padre celestial para que sirviera a fines nobles” (Consejos Sobre Mayordomía, 154). De hecho, La señora White anima a realizar trabajo misionero con las personas pudientes, los talentosos y los de influencia. Ellos tienen un lugar especial en la viña del Señor (Ibid, 146).
Muchos rechazan la riqueza basados en la historia del joven rico. Jesús le dijo: “Anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres”. (Mat. 19:21). Sin embargo, el problema del joven rico no era el dinero, sino el amor al dinero. “Los cristianos están seguros tan solo al adquirir dinero en la forma en que Dios lo indica, y al usarlo en la maneras en que Él los puede bendecir” (Ibid, 147).
Seamos ricos o pobres, la prosperidad espiritual es el resultado de la dependencia en Dios. Riquezas o la falta de ellas no debería ser un estorbo entre Dios y el creyente.
Qué privilegio tenemos al poder dar de lo que el Señor nos ha dado durante esta semana. Dios demanda fidelidad, siendo esta la razón por la que dice: “Dame, hijo mío, tu corazón…” (Prov. 23:26).
“El deseo de acumular riquezas es una propensión original de nuestra naturaleza que fue implantada allí por nuestro Padre celestial para que sirviera a fines nobles” (Consejos Sobre Mayordomía, 154). De hecho, La señora White anima a realizar trabajo misionero con las personas pudientes, los talentosos y los de influencia. Ellos tienen un lugar especial en la viña del Señor (Ibid, 146).
Muchos rechazan la riqueza basados en la historia del joven rico. Jesús le dijo: “Anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres”. (Mat. 19:21). Sin embargo, el problema del joven rico no era el dinero, sino el amor al dinero. “Los cristianos están seguros tan solo al adquirir dinero en la forma en que Dios lo indica, y al usarlo en la maneras en que Él los puede bendecir” (Ibid, 147).
Seamos ricos o pobres, la prosperidad espiritual es el resultado de la dependencia en Dios. Riquezas o la falta de ellas no debería ser un estorbo entre Dios y el creyente.
Qué privilegio tenemos al poder dar de lo que el Señor nos ha dado durante esta semana. Dios demanda fidelidad, siendo esta la razón por la que dice: “Dame, hijo mío, tu corazón…” (Prov. 23:26).