Por lo general, cuando se ha concluido una gran reunión, la persona que la organiza recibe una gran cantidad de crédito por lo bien que se hizo. Sin embargo, no en esta ocasión. El honor fue concedido a Dios – justo donde debía ir.

David y el pueblo habían dado una fortuna en oro y plata, valorada en unos 280 millones de dólares, además de miles de toneladas de bronce y de hierro. Imagínese como los periódicos hubieran anunciado esta clase de noticia.

Esto es lo que David registró en 1Crónicas 29:13-16.

“Ahora pues, Dios nuestro, nosotros alabamos y loamos tu glorioso nombre.

Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos.

Porque nosotros, extranjeros y advenedizos somos delante de ti, como todos nuestros padres; y nuestros días sobre la tierra, cual sombra que no dura.

Oh Jehová Dios nuestro, todaesta abundancia que hemos preparado para edificar casa a tu santo nombre, de tu mano es, y todo es tuyo.”
Mientras apoyamos el ministerio de nuestra iglesia, recuerda que Dios hace posible que demos y se complace cuando mostramos un espíritu generoso.