Local Church Budget
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AUTHOR: Nelson Silva
PRESENTER: Raul Nestares
Como la fiebre amarilla, la avaricia es una enfermedad que toma la vida de las personas al punto de llevarlas a hacer cosas que nunca creerían posible. Por ejemplo, durante la fiebre de oro que se desató más de un siglo atrás, cuando personas de todas partes del mundo viajaron a San Francisco con el objetivo de convertirse en ricos de la noche a la mañana, muchos murieron intentando llegar a su destino; no estaban preparados para enfrentar los múltiples peligros, enfermedades y condiciones desfavorables del ambiente.
El dinero no tiene moral, lo que significa que es solamente una herramienta. El dinero podría ser usado para construir una comunidad o destruirla. Por ejemplo, San Francisco, durante esta época de la fiebre de oro, se convirtió en una ciudad de codicia, decadencia moral y crimen. Por el contrario, el dinero podría ser usado para alimentar, dar techo y educar a la comunidad. El problema no es el dinero, sino “…el amor al dinero” (1 Tim. 6:10).
La codicia, el pecado invisible, es profundo y privado al mismo tiempo que devastador. De hecho, la mayoría de los pecados pueden trazar sus raíces ahí. Codiciar dinero, por ejemplo, puede llevar a una serie de problemas como robar, apostar, mentir, sobornar, oprimir; asimismo llega la destrucción del círculo familiar, la realización de negocios ilícitos, violar el día del Señor, cometer un asesinato, provocar una guerra, sabotear los motivos de los trabajadores religiosos y llevar a la perdición (Leslie B. Flynn, Your God and Your Gold, 65-81).
Alguien dijo, “Si quieres ser liberado del amor al dinero, da con liberalidad”. La dadivosidad es la cura del egoísmo inherente de la naturaleza humana. Dios instituyó el sistema de diezmos y ofrendas para ayudar a los creyentes a mantener la codicia bajo control.
Que pueda amar a Dios más que al dinero. Que pueda evitar la codicia con una dosis de generosidad. Las ofrendas de hoy apoyarán a la iglesia local y sus programas de evangelismo.